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Jesús, alimento que da vida

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En la vida cristiana, Jesús es el alimento que da vida. Él es el pan de vida, el maná del cielo que nos nutre y nos sustenta en nuestro caminar espiritual. Su presencia en la Eucaristía es el encuentro íntimo con su cuerpo y sangre, que se convierten en nuestro sustento espiritual.

Tú eres el pan de vida, el maná del cielo

En el Evangelio de Juan, Jesús se presenta a sí mismo como el pan de vida que desciende del cielo. Él dice: "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed" (Juan 6:35). Jesús es el alimento que sacia nuestra hambre y nuestra sed espiritual.

En la Eucaristía, Jesús se hace presente de manera real y sustancial en el pan y el vino consagrados. Su cuerpo y sangre se convierten en nuestro alimento espiritual, que nos fortalece y nos da vida.

En la Eucaristía te encuentro y me alimentas

En cada celebración de la Eucaristía, tenemos la oportunidad de encontrarnos con Jesús de manera especial. Él se hace presente en el pan y el vino consagrados, y nos invita a recibirlo en comunión.

Al recibir a Jesús en la Eucaristía, nos alimentamos de su cuerpo y sangre, y experimentamos su amor y su gracia en nuestras vidas. Es un encuentro íntimo y personal con nuestro Señor, en el que nos nutrimos espiritualmente y renovamos nuestra fe en él.

Tu cuerpo y sangre son mi sustento

En la Eucaristía, Jesús se ofrece a sí mismo como alimento para nosotros. Su cuerpo partido y su sangre derramada en la cruz son el sacrificio que nos da vida. Al recibir su cuerpo y sangre en la comunión, nos unimos a su sacrificio y nos alimentamos de su amor redentor.

El cuerpo y la sangre de Jesús son nuestro sustento espiritual. Nos fortalecen en nuestra fe, nos renuevan en nuestro compromiso con él y nos dan la gracia necesaria para seguir adelante en nuestro camino de discipulado.

En cada hostia consagrada te encuentro presente

En cada hostia consagrada, Jesús se hace presente de manera real y sustancial. Aunque nuestros sentidos no pueden percibirlo, nuestra fe nos dice que él está allí, en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Al adorar y recibir a Jesús en la Eucaristía, experimentamos su presencia viva y real. Él se hace presente en cada pedazo de pan consagrado, y nos invita a encontrarnos con él y a recibir su amor y su gracia.

Eres el alimento que sacia mi sed

Jesús es el alimento que sacia nuestra sed espiritual. Él es la fuente de agua viva que nos da vida eterna. En la Eucaristía, encontramos esa agua viva que nos sacia y nos llena de vida.

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Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su amor y su gracia que nos sacian y nos llenan de alegría. Su presencia en la Eucaristía nos da la paz y la satisfacción que solo él puede dar.

Tu amor se hace pan para nutrir mi alma

El amor de Jesús se hace pan en la Eucaristía para nutrir nuestra alma. Él se entrega a sí mismo por nosotros, para que podamos tener vida en abundancia.

Al recibir a Jesús en la comunión, nos alimentamos de su amor y su gracia. Su presencia en la Eucaristía nos transforma y nos renueva, nos hace sentir amados y perdonados por él.

En cada comunión renuevo mi fe en ti

En cada comunión, renovamos nuestra fe en Jesús. Al recibir su cuerpo y sangre en la Eucaristía, reafirmamos nuestra creencia en su presencia real y en su amor redentor.

La comunión es un momento de encuentro íntimo con Jesús, en el que renovamos nuestro compromiso de seguirlo y de vivir según su voluntad. Es un momento de gracia y de fortalecimiento espiritual.

Jesús, alimento que da vida eterna

Jesús es el alimento que nos da vida eterna. Él es el camino, la verdad y la vida, y solo a través de él podemos tener vida en plenitud.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos dan vida eterna. Su presencia en la comunión nos llena de esperanza y nos asegura que, al unirnos a él, tendremos vida eterna en su reino.

En la mesa del altar te ofreces como sacrificio

En la Eucaristía, Jesús se ofrece a sí mismo como sacrificio por nosotros. Su cuerpo partido y su sangre derramada en la cruz son el sacrificio que nos reconcilia con Dios y nos da vida.

En cada celebración de la Eucaristía, Jesús se hace presente en el pan y el vino consagrados, y se ofrece a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados. Su sacrificio nos redime y nos da la oportunidad de tener vida en abundancia.

Tu cuerpo partido y tu sangre derramada

El cuerpo partido y la sangre derramada de Jesús en la cruz son el recordatorio de su entrega total por nosotros. En la Eucaristía, recordamos y celebramos este sacrificio redentor.

Al recibir a Jesús en la comunión, nos unimos a su sacrificio y participamos en su entrega por nosotros. Su cuerpo y sangre nos recuerdan su amor inmenso y su deseo de que tengamos vida en abundancia.

Nos recuerdan tu entrega en la cruz

La Eucaristía nos recuerda la entrega de Jesús en la cruz por nuestra salvación. Su cuerpo partido y su sangre derramada son el testimonio de su amor incondicional por nosotros.

Al recibir a Jesús en la comunión, recordamos su sacrificio y renovamos nuestra gratitud por su entrega. Su presencia en la Eucaristía nos llena de alegría y nos impulsa a vivir según su ejemplo.

En cada pedazo de pan te encuentro presente

En cada pedazo de pan consagrado, Jesús se hace presente de manera real y sustancial. Su presencia en la Eucaristía es el encuentro íntimo con él, en el que nos alimentamos de su amor y su gracia.

Al adorar y recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su presencia viva y real. Él está allí, en cada pedazo de pan consagrado, esperando encontrarse con nosotros y nutrirnos espiritualmente.

Tu presencia real me llena de alegría

La presencia real de Jesús en la Eucaristía nos llena de alegría y gozo. Saber que él está allí, en cuerpo, sangre, alma y divinidad, nos llena de gratitud y alabanza.

Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su amor y su gracia que nos llenan de alegría. Su presencia en la Eucaristía nos da la paz y la felicidad que solo él puede dar.

Eres el alimento que fortalece mi espíritu

Jesús es el alimento que fortalece nuestro espíritu. Él nos da la fuerza y la gracia necesaria para enfrentar los desafíos de la vida y seguir adelante en nuestro camino de discipulado.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos fortalecen y nos renuevan. Su presencia en la comunión nos da la fuerza espiritual para superar las dificultades y vivir según su voluntad.

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En cada comunión renuevo mi compromiso contigo

En cada comunión, renovamos nuestro compromiso con Jesús. Al recibir su cuerpo y sangre en la Eucaristía, reafirmamos nuestra decisión de seguirlo y de vivir según su enseñanza.

La comunión es un momento de encuentro íntimo con Jesús, en el que renovamos nuestra entrega a él y nuestra disposición de ser sus discípulos. Es un momento de gracia y de renovación espiritual.

Jesús, alimento que da vida abundante

Jesús es el alimento que nos da vida en abundancia. Él es la fuente de todo bien y nos ofrece su amor y su gracia en abundancia.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos llenan de consuelo y paz. Su presencia en la comunión nos transforma y nos renueva, nos hace sentir amados y perdonados por él.

En la Eucaristía encuentro consuelo y paz

En la Eucaristía, encontramos consuelo y paz en la presencia de Jesús. Su amor y su gracia nos llenan de consuelo en medio de nuestras dificultades y nos dan la paz que solo él puede dar.

Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su presencia que nos consuela y nos llena de paz. Su amor y su gracia nos transforman y nos renuevan, nos hacen sentir amados y perdonados por él.

Tu presencia me transforma y me renueva

La presencia de Jesús en la Eucaristía nos transforma y nos renueva. Su amor y su gracia nos cambian interiormente y nos hacen más parecidos a él.

Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su presencia que nos transforma y nos renueva. Su amor y su gracia nos ayudan a crecer espiritualmente y a vivir según su voluntad.

Me haces sentir amado y perdonado

Jesús nos hace sentir amados y perdonados en la Eucaristía. Su amor y su gracia nos reconcilian con Dios y nos dan la certeza de su perdón y su misericordia.

Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su amor y su gracia que nos hacen sentir amados y perdonados por él. Su presencia nos llena de gratitud y nos impulsa a vivir en su amor.

Eres el alimento que sana mis heridas

Jesús es el alimento que sana nuestras heridas. Él nos ofrece su amor y su gracia para sanar nuestras heridas emocionales, espirituales y físicas.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos sanan y nos restauran. Su presencia en la comunión nos da la paz y la sanación que necesitamos.

En cada hostia consagrada te encuentro vivo

En cada hostia consagrada, Jesús se hace presente de manera viva y real. Su presencia en la Eucaristía es el encuentro íntimo con él, en el que nos alimentamos de su amor y su gracia.

Al adorar y recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su presencia viva y real. Él está allí, en cada hostia consagrada, esperando encontrarse con nosotros y nutrirnos espiritualmente.

Tu gracia me llena y me da fuerzas para seguir

La gracia de Jesús nos llena y nos da fuerzas para seguir adelante en nuestro camino de discipulado. Su amor y su gracia nos capacitan para vivir según su voluntad y para enfrentar los desafíos de la vida.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos llenan de su gracia y nos dan la fuerza espiritual para seguir adelante. Su presencia en la comunión nos renueva y nos fortalece.

Jesús, alimento que da vida plena

Jesús es el alimento que nos da vida en plenitud. Él es la fuente de todo bien y nos ofrece su amor y su gracia en abundancia.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos llenan de vida plena. Su presencia en la comunión nos transforma y nos renueva, nos hace sentir amados y perdonados por él.

En cada comunión me unes a tu cuerpo místico

En cada comunión, Jesús nos une a su cuerpo místico, que es la Iglesia. Al recibir su cuerpo y sangre en la Eucaristía, nos unimos a todos los creyentes en una sola familia en él.

La comunión es un momento de unidad y comunión con Jesús y con todos los miembros de la Iglesia. Nos hace sentir parte de algo más grande y nos impulsa a vivir en comunión con nuestros hermanos y hermanas en la fe.

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Somos una sola familia en ti

En la Eucaristía, somos una sola familia en Jesús. Su cuerpo y sangre nos unen y nos hacen parte de su cuerpo místico, que es la Iglesia.

Al recibir a Jesús en la comunión, nos unimos a todos los creyentes en una sola familia en él. Nos sentimos parte de algo más grande y nos comprometemos a vivir en comunión con nuestros hermanos y hermanas en la fe.

Tu amor nos une y nos hace fuertes

El amor de Jesús nos une y nos hace fuertes como comunidad de creyentes. Su amor nos capacita para amarnos y servirnos mutuamente, y nos da la fuerza para enfrentar los desafíos de la vida juntos.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos unen y nos fortalecen como comunidad de fe. Su presencia en la comunión nos impulsa a vivir en amor y unidad.

Eres el alimento que nos une en la fe

Jesús es el alimento que nos une en la fe. Su cuerpo y sangre nos unen como comunidad de creyentes y nos fortalecen en nuestra fe en él.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos unen y nos fortalecen en nuestra fe. Su presencia en la comunión nos impulsa a vivir en comunión con él y con nuestros hermanos y hermanas en la fe.

Tu Espíritu Santo nos guía y nos ilumina

El Espíritu Santo de Jesús nos guía y nos ilumina en nuestra vida espiritual. Él nos ayuda a comprender y vivir la fe, y nos capacita para ser testigos de Jesús en el mundo.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos llenan del Espíritu Santo. Su presencia en la comunión nos guía y nos ilumina en nuestro caminar espiritual.

Jesús, alimento que da vida eterna y verdadera

Jesús es el alimento que nos da vida eterna y verdadera. Él es la fuente de vida que nos ofrece la salvación y la vida en plenitud.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos dan vida eterna y verdadera. Su presencia en la comunión nos llena de gratitud y alabanza.

En la Eucaristía te encuentro y te adoro

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y lo adoramos. Su presencia en la comunión nos llena de gratitud y alabanza, y nos invita a rendirle culto y adoración.

Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su presencia viva y real. Él está allí, en cuerpo, sangre, alma y divinidad, esperando encontrarse con nosotros y recibir nuestra adoración.

Tu presencia me llena de gratitud y alabanza

La presencia de Jesús en la Eucaristía nos llena de gratitud y alabanza. Saber que él está allí, en cuerpo, sangre, alma y divinidad, nos llena de alegría y nos impulsa a alabarlo y adorarlo.

Al recibir a Jesús en la comunión, experimentamos su presencia que nos llena de gratitud y alabanza. Su amor y su gracia nos inspiran a darle gracias y a alabarlo con todo nuestro ser.

Eres el alimento que nos da esperanza

Jesús es el alimento que nos da esperanza. Él es la fuente de esperanza que nos sostiene en medio de las dificultades y nos da la certeza de un futuro lleno de vida y de felicidad.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos llenan de esperanza. Su presencia en la comunión nos da la seguridad de que, al unirnos a él, tendremos vida eterna en su reino.

En cada comunión renuevo mi compromiso de seguirte

En cada comunión, renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús. Al recibir su cuerpo y sangre en la Eucaristía, reafirmamos nuestra decisión de vivir según su enseñanza y de ser sus discípulos.

La comunión es un momento de encuentro íntimo con Jesús, en el que renovamos nuestra entrega a él y nuestra disposición de seguirlo. Es un momento de gracia y de renovación espiritual.

Jesús, alimento que da vida abundante y eterna

Jesús es el alimento que nos da vida en abundancia y eterna. Él es la fuente de todo bien y nos ofrece su amor y su gracia en abundancia.

En la Eucaristía, encontramos a Jesús y recibimos su cuerpo y sangre, que nos llenan de vida en abundancia. Su presencia en la comunión nos transforma y nos renueva, nos hace sentir amados y perdonados por él.

Laura Fernandez

Laura Fernandez

¡Hola! Soy Laura Fernandez creadora de este blog sobre amor y espiritualidad. Me gusta escribir sobre internet y el amor en estos tiempos modernos.

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