Invocación a la Divina Voluntad en todas nuestras acciones

La invocación a la Divina Voluntad es una práctica espiritual que nos permite conectar con la presencia divina en cada aspecto de nuestras vidas. Es una forma de rendirnos a la voluntad de Dios y permitir que Él guíe nuestras acciones y decisiones. Al invocar a la Divina Voluntad, estamos abriendo nuestras mentes y corazones para recibir la sabiduría y el amor divinos en todo lo que hacemos.
Invocaciones a la Divina Voluntad en todas nuestras acciones
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a pensar en mi mente.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a circular en mi sangre.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a mirar en mis ojos.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a escuchar en mis oídos.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a hablar en mi voz.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a respirar en mi respiro.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a palpitar en mi corazón.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a moverte en mi movimiento.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a orar en mí.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, en mi lavarme y lava mi alma de toda mancha.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, en mi vestirme y vísteme con tu luz.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a caminar en mis pasos.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a obrar en mis manos.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, en mi escribir y escribe tu Ley en mi alma.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, en mi comer y alimentame con tu alimento.
- ¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a sufrir en mi sufrir.
Estas invocaciones nos ayudan a recordar que cada acción que realizamos puede ser una oportunidad para conectarnos con lo divino. Al invocar a la Divina Voluntad, estamos invitando a Dios a estar presente en cada aspecto de nuestra vida, desde los pensamientos que tenemos hasta las acciones que llevamos a cabo.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestra mente, estamos abriendo espacio para que los pensamientos divinos fluyan a través de nosotros. Estamos permitiendo que la sabiduría y la guía de Dios se manifiesten en nuestras ideas y decisiones. Al hacerlo, nos liberamos de la limitación de nuestra propia comprensión y nos abrimos a la infinita sabiduría divina.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestra sangre, estamos permitiendo que la energía divina fluya a través de nosotros. Estamos abriendo nuestras venas y arterias para recibir la vida y el amor de Dios en cada célula de nuestro cuerpo. Al hacerlo, nos llenamos de vitalidad y nos conectamos con la fuente misma de la vida.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestros ojos, estamos permitiendo que Dios vea a través de nosotros. Estamos abriendo nuestros ojos para ver el mundo con compasión y amor divinos. Al hacerlo, nos liberamos de la limitación de nuestra propia visión y nos abrimos a la belleza y la verdad divinas que nos rodean.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestros oídos, estamos abriendo nuestros oídos para escuchar la voz de Dios en todas las cosas. Estamos permitiendo que las palabras divinas resuenen en nuestros oídos y penetren en lo más profundo de nuestro ser. Al hacerlo, nos abrimos a la guía y la inspiración divinas en cada momento de nuestra vida.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestra voz, estamos permitiendo que Dios hable a través de nosotros. Estamos abriendo nuestra boca para que las palabras divinas fluyan y toquen los corazones de aquellos que nos rodean. Al hacerlo, nos convertimos en instrumentos de amor y paz, transmitiendo el mensaje divino a través de nuestras palabras.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro respiro, estamos permitiendo que Dios respire a través de nosotros. Estamos abriendo nuestros pulmones para recibir el aliento divino y exhalar el amor y la gratitud hacia el mundo. Al hacerlo, nos conectamos con la presencia divina en cada respiración y nos recordamos a nosotros mismos que somos parte de algo más grande.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro corazón, estamos permitiendo que Dios palpite en nosotros. Estamos abriendo nuestro corazón para recibir y dar amor divino. Al hacerlo, nos conectamos con la fuente misma del amor y nos convertimos en canales de amor y compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro movimiento, estamos permitiendo que Dios se mueva a través de nosotros. Estamos abriendo nuestras piernas y brazos para que el amor divino fluya en cada paso y cada gesto que hacemos. Al hacerlo, nos convertimos en danzantes divinos, moviéndonos en armonía con la voluntad de Dios.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestra oración, estamos abriendo nuestras palabras y pensamientos para que sean guiados por Dios. Estamos permitiendo que nuestras oraciones sean un canal de comunicación directa con lo divino. Al hacerlo, nos conectamos con la presencia y el poder de Dios en cada palabra que pronunciamos.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro lavado, estamos permitiendo que Dios lave nuestra alma de toda mancha. Estamos abriendo nuestras manos y permitiendo que el agua purificadora de la gracia divina nos limpie y nos renueve. Al hacerlo, nos liberamos de la carga de nuestros errores y nos abrimos a la purificación y la transformación divinas.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro vestir, estamos permitiendo que Dios nos vista con su luz. Estamos abriendo nuestro armario y permitiendo que la ropa de la gracia divina nos envuelva y nos proteja. Al hacerlo, nos recordamos a nosotros mismos que somos hijos e hijas de la luz y nos conectamos con nuestra verdadera identidad divina.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestros pasos, estamos permitiendo que Dios camine con nosotros. Estamos abriendo nuestros pies y permitiendo que cada paso que damos sea guiado por la sabiduría divina. Al hacerlo, nos movemos en armonía con el plan divino y nos abrimos a las oportunidades y los encuentros divinos en nuestro camino.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestras manos, estamos permitiendo que Dios obre a través de nosotros. Estamos abriendo nuestras manos y permitiendo que cada acción que realizamos sea guiada por la voluntad divina. Al hacerlo, nos convertimos en instrumentos de amor y servicio, llevando a cabo la obra de Dios en el mundo.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro escribir, estamos permitiendo que Dios escriba su Ley en nuestra alma. Estamos abriendo nuestras manos y permitiendo que cada palabra que escribimos sea inspirada por la sabiduría divina. Al hacerlo, nos convertimos en mensajeros de la verdad divina, compartiendo la luz y el amor de Dios a través de nuestras palabras escritas.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro comer, estamos permitiendo que Dios nos alimente con su alimento. Estamos abriendo nuestra boca y permitiendo que cada bocado que tomamos sea una oportunidad para recibir la nutrición divina. Al hacerlo, nos conectamos con la fuente misma de la vida y nos recordamos a nosotros mismos que somos sostenidos por el amor y la gracia de Dios.
Al invocar a la Divina Voluntad en nuestro sufrir, estamos permitiendo que Dios sufra con nosotros. Estamos abriendo nuestro corazón y permitiendo que el amor divino nos consuele y nos fortalezca en tiempos de dificultad. Al hacerlo, nos recordamos a nosotros mismos que no estamos solos en nuestro sufrimiento y nos abrimos a la sanación y la transformación divinas.
La invocación a la Divina Voluntad en todas nuestras acciones nos ayuda a vivir en un estado de rendición y confianza en la guía divina. Nos permite recordar que somos parte de algo más grande y que nuestras acciones pueden ser un reflejo del amor y la voluntad de Dios en el mundo. Al invocar a la Divina Voluntad, nos abrimos a la presencia divina en cada aspecto de nuestra vida y nos convertimos en canales de amor, paz y bendición para nosotros mismos y para los demás.
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